19/11/12


Es en tu corriente sanguínea donde logro el estado de dicha suprema reservado a los elegidos y a los justos. Me revuelco en su interior, retozo, trisco, me elevo a míticas alturas, alcanzo lo definitivo, me transformo, dejo de ser.
Ya no soy yo mismo. Soy tu sangre: alimento tus pulsaciones, cruzo y vuelvo a cruzar el umbral de tu corazón, me deslizo arriba y abajo, me abalanzo del ventrículo al aurículo, hago tiempo en el atrio, paso de la vena a la arteria y regreso a la vena, hago el recorrido de los pulmones y emprendo de nuevo el camino de tu corazón.
la soledad, la terrible, vergonzosa soledad de la carne.
La soledad se ha ido para siempre, desechada, expulsada, suprimida, quemada, enterrada. ¿Me estás oyendo? ¿Me oyes surcar tu sangre a toda velocidad cantando y gritando a pleno pulmón, entonando extrañas canciones de gozo, sollozando, gimoteando, gimiendo en un frenesí de felicidad que ningún ser humano ha conocido antes?
Moriré contigo me convertiré en sustancia inanimada, recorreré toda la gama de la existencia pre-orgánica y post-orgánica, y renaceré una y otra vez, un millón de veces, ad infinitum, contigo.
Calvert Casey